La renuncia del presidente Richard Nixon, fue la principal noticia del 9 de agosto de 1974, en EE.UU. y el mundo.
La Patria boba / Por ANTONIO MOLINA.
La investigación periodística empezó mucho antes de que llegara a los pensum académicos, cuando los cronistas de antaño o los reporteros contemporáneos se las ingeniaban para “confirmar” el dato aparentemente insulso, escribir la noticia y ganarse el premio por la exclusiva, pero en todos los casos el fin siempre fue la búsqueda de la verdad, que necesariamente hay que hacerla con pasión.
Aquí mismo, en Guayaquil, tuvimos reporteros (investigadores nato) de la talla de Ernesto Campos Plaza, Bernardo Morales Garcés, Carlos Altamirano o José Gabriel Capobianco, Jaime Díaz Marmolejo y Elías Navas Maldonado. No observaron un patrón académico, pero en la línea de la verdad descubrían la inmoralidad en Rentas, en Aduanas y la Policía misma. Actuaban más rápido que ella logrando identidad, ocupación y domicilio de las víctimas, movilizándose por todos lados y con la ausencia de la tecnología que tenemos ahora. Un ejemplo, a vuelo de pájaros: “Don Pepe Gabucho”, como sus amigos reconocíamos a Capobianco, en un momento de su reporterismo vivo arrastró a un muerto (a un acuchillado) hasta un zaguán, lo escondió, le hizo tomar fotos, buscó a la familia y cuando tuvo toda la información y muy tarde del día –para evitar a la competencia-- dio cuenta a la Policía del hallazgo del cadáver, que fue clasificado oficialmente como “desconocido”. Los guardias al día siguiente, con el diario en la mano que contenía la información básica (publicada), elaboraron el parte.
Toda investigación veraz, no subjetiva ni torcida, arrojará finalmente la verdad (el mensaje) lograda tras esfuerzos no imaginados realizados por el reportero - investigador (el mensajero) a quien la sociedad, pequeña o inmensa, deberá agradecérselo porque con los elementos de su investigación se construye la historia.
Hay muchas historias sobre las investigaciones periodísticas, pero la del Watergate es tema obligado en casi todas las aulas de las escuelas de Periodismo, y también para bisoños y duchos periodistas en ejercicio. Hoy, 51 años después, resaltamos la investigación de los periodistas CARL BERNSTEIN y BOB WOODWARD, apenas ingresados a la redacción del WASHINGTON POST, que nos cae “como anillo al dedo”, a propósito de la investigación que realiza en este momento LA POSTA para desentrañar supuestos turbios negocios en el sector eléctrico del gobierno de Guillermo Lasso.
El simple detalle de una cinta de seguridad rota en la puerta de una oficina llamó la atención del portero del edificio WATERGATE, en Washington DC. Puso otra cinta y siguió su ronda nocturna, pero al volver estaba también rota la cinta que él había colocado. “Algo anda mal, aquí” le dijo su sentido común y llamó a la Policía, la que encontró a cinco personas desconocidas, aparentemente ladrones, a las 2:30 de la madrugada del 17 de junio de 1972 en una oficina del edificio que él custodiaba. Bernstein y Woodward fueron designados por el WASHINGTON POST a cubrir ese robo, aparentemente inocuo.
Lo primero, los ladrones sorprendidos no eran ladrones: Vestían trajes, usaban guantes quirúrgicos, portaban equipos de escucha y cámaras fotográficas y tenían 2.300 dólares en efectivo; además, tres eran cubanos, 1 cubano/norteamericano y un estadounidense, fueron apresados, procesados y sentenciados por la justicia ordinaria, con lo que el caso aparentemente se cerraba para el norteamericano común, pero un tufillo de que había “algo más” penetró en las narices de los periodistas del WP. Ese olor sólo lo perciben los reporteros.
Los reporteros Carl Bernstein y Bob Wooward, autores de la investigación, en la Redacción del Washington Post.
EE.UU. estaba a cinco meses de elecciones presidenciales: Richard Nixon correría por la reelección frente al demócrata George McGover, resultando triunfador el candidato republicano de modo aplastante (68% de votos). Por su lado, los dos jóvenes periodistas del WP continuaron haciendo preguntas incómodas, hasta que “les sonó la flauta”… Hicieron contacto con un informante anónimo que empezó a proporcionar detalles de lo que suponían existía: una red de espionaje contra el partido Demócrata, montada, dirigida y financiada por la Casa Blanca. Ese informante aparecía en las notas de prensa como “Garganta profunda”, cuya identidad fue revelada 30 años después: Mark Felt, NO un delincuente bocón, sino el Subdirector del FBI por esos años.
Entre 1972 y 1973, el WP empezó la publicación de las investigaciones demostrando con documentos los nexos de los “ladrones” con la Casa Blanca, como un cheque de 25 mil dólares depositados en la cuenta de uno de los que allanaron el Watergate, de paso operador de pasadas acciones contra Fidel Castro. Reveló también que el Fiscal de la Nación (John Mitchell) manejaba un fondo secreto para recopilar información del Partido Demócrata y una carta de uno de los “5 ladrones”, al juez que los condenó, denunciando perjurio y revelando que a todos ellos se los obligó a mentir con ofertas de pagos desde la Casa Blanca.
Nixon imprudente empezó a efectuar cambios drásticos en la fiscalía, los nominados no aceptaban los cargos y nadie se atrevía notificar los despidos, hasta que Mitchell asesugró que en la oficina oval del presidente había un sistema de escuchas. El presidente justificó la inmoralidad anteponiendo razones de seguridad, que nadie creyó.
Encendido el escándalo, llegó al Congreso. Los congresistas le pidieron las cintas de grabación al presidente y este se negó. Difundió escuchas editadas, pero los legisladores querían las originales, sin editar. La Corte Suprema de Justicia tuvo que ordenar que las cintas sean entregadas al Congreso. Las cintas fueron escuchadas por los estadounidenses durante tres días seguidos y luego el Congreso determinó los cargos contra Nixon: 1).- Obstrucción de la Justicia, 2).- Abuso de Poder y 3).- Desprecio al Congreso. Así el panorama político, de última hora, los norteamericanos escucharon una grabación realizada 6 días después del “robo” en el Watergate en que se oye al presidente ordenar a su Jefe de Gabinete: “jamás debe ser revelada esta grabación”. Huérfano de apoyo político, Nixon renunció la tarde del 8 de agosto y al día siguiente el vicepresidente Gerard Ford, asumió sus funciones indultándolo de todo cargo.
Esta historia no tiene parangón con el Gran Padrino, pero deontológicamente de algo pudiera servirles a Boscan y sus investigadores de LA POSTA, y obviamente a sus seguidores. Además, puede servir de lección para los periodistas de ahora, de anteponer la veracidad en sus investigaciones.
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