En Ecuador, jóvenes hacen enormes filas en busca de cualquier plaza de trabajo y van en vano de un lado a otro, como ir de la Seca a la Meca.
Patria boba / Por ANTONIO MOLINA.
- Los empresarios estimaban un aumento del salario mínimo de USD $11.7, los trabajadores exigían 45 dólares y el gobierno impuso 25, aprobando un SMV de 450 dólares desde enero, sin criterio técnico sino más bien político, al no considerar para nada variables de inflación y producción, afectando a siete de cada diez ecuatorianos que están desocupados y en la informalidad.
Como el Ecuador hace tiempo que está convertido en una ´Republiqueta´ de papel, donde la sinrazón busca posicionarse como paradigma, el Gobierno haciendo gala de carecer de una elemental base técnica fija un salario mínimo de 450 dólares, aumentando 25 a partir de enero próximo; pero, la usufructuaria dirigencia obrera trasnochada amenaza calentar las calles porque aspiraba un aumento de 45 dólares al mes para alcanzar un rubro de 470 en el año 2023.
Ambos sectores están descocados porque ese salario fue fijado con criterio político y no técnico, que en vez solucionar la crisis económica, --cuya raíz es la falta de trabajo-- la agudizará golpeando más rudamente a los compatriotas desprotegidos. Por si no lo saben, en Ecuador hay 354.324 personas desempleadas a septiembre de este 2022, esto quiere decir que, el 4,1% de la Población Económicamente Activa (PEA) carece de ocupación, según el Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (INEC), encargado de medir inequidades; que, además, establece que el subempleo, a donde van a parar los desocupados, es una labor precaria donde una persona gana menos del salario mínimo (USD 425 al mes) o trabaja menos de la jornada laboral legal, aunque desea trabajar más horas. Este grupo representa el 60,3% de la PEA, es decir, 0.8 puntos porcentuales menos que en septiembre de 2021.
El presidente Lasso dirá que está cumplimiento un ofrecimiento de campaña: El ofreció un salario de 500 y cuando asumió el poder explicó que el aumento sería de 25 dólares por cada año de su mandato. El empresariado, que sí tiene estudios técnicos sobre la materia, dijo que si la inflación era del 2.7%, el salario mínimo debió aumentarse en 11,7 dólares para dar un total mensual de 436,7. En cambio los trabajadores, sin estudios técnicos sino “a vuelo de pájaros”, pretendían un aumento de 45 dólares.
¿Por qué es una pésima decisión?... Muy sencillo: El trabajador cree equivocadamente que es contratado para trabajar, cuando realmente lo contratan para producir. Con lo que el trabajador produce la empresa crece, su producción aumenta, se expande, genera utilidad, dota de liquidez en su ámbito (pone dinero en circulación), trabajadores y empresarios alcanzan beneficios sociales y toda esa prosperidad, personal y colectiva, nace del salario.
Para fijar el salario siempre deberá tenerse en cuenta el crecimiento anual de la producción/productividad y la inflación, pero este año se produjo una espiral inflacionaria del orden del 3.6% debido, NO a los desajustes monetarios sino por el aumento del costo de los productos importados, encarecidos por la agresión de Rusia a Ucrania, pese a que la dolarización de alguna manera nos protegió frente a esa crisis global causada por la guerra.
¿Y por qué no es técnica la decisión del Gobierno?... Porque para ponderar el cumplimiento de su oferta, el Presidente Lasso olvidó (algo consciente, que está en su memoria) que siete de cada diez ecuatorianos carecen de un empleo adecuado, que para subsistir permanecen en la informalidad, vendiendo chucherías y haciendo cualquier tarea.
Todos sabemos que la bonanza petrolera terminó el 2014 y con ella unos 478.000 compatriotas pasaron a engrosar la informalidad, que hoy son 2.5 millones a quienes se les volverá imposible un trabajo adecuado e inadecuado porque los artesanos, pequeños emprendedores o negocios familiares NO tomarán a trabajadores con el nuevo salario mínimo porque les resultará oneroso, porque NO podrán pagarlo, porque no guarda relación con su producción.
Realmente, lo que la vieja dirigencia obrera quiere es que el 70% de la población económicamente activa gane menos, permanezca en la desocupación o busque la violencia que le ofrece las narco bandas del crimen organizado. En esa anquilosada dirigencia están los mismos capos del lumpen socialismo que se nutren con cada movilización de masas para vivir a “cuerpo de rey”, que usufructúan de todo gobierno con sueldos y representaciones en entidades públicas, mientras envejece con ellos un Código del Trabajo que va a cumplir 100 años sin ser actualizado.
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