Por ANTONIO MOLINA
Definitivamente, las elecciones no se las gana con debates ni encuestas, se las gana con votos. Sin embargo, ayudan a despejar dudas, a aclarar conceptos y lineamientos de propuestas y, sobre todo, a sopesar percepciones. Los calificativos 'soso' y 'lelo' los considero necesarios incluirlos en el título, porque más allá de la aspiración presidencial de los debatientes, ambos carecieron del peso político-ideológico que los identifique. Arauz -al igual que RC que lo apadrina- un joven carente de un izquierdismo cuasi marxista y Lasso es la expresión de una derecha que se muestra 'liviana' más demócrata que conservadora.
Tenemos que entender que un debate presidencial no es un partido de fútbol que se define por goles, pero si fuera así: póngale usted cualquier marcador y deje una diferencia de dos o tres tantos, como señal de un triunfo en que el ganador no mostró ser mejor por las limitaciones impuestas por la modalidad y reglamento del debate que, además, estuvo abarrotado de una publicidad insulsa e innecesaria que le restó dinámica. Una genialidad que terminó en zoquetada. Arauz y Lasso no pudieron decirle a sus potenciales electores cómo harían realidad sus propuestas prefiriendo abundar en ellas en el debate antes que hacer una simple exposición. Sólo a los tótems de una comisión organizadora designada por el CNE se les ocurrió no incluir ese punto de vista en sus preguntas, así como olvidaron temas fundamentales relativos a la seguridad ciudadana y la ecología.
Seguramente, por recomendaciones de sus asesores, Arauz y Lasso no tuvieron libertad para salirse del libreto. El uno remarcando que es banquero, satanizando a un sector ha sido motor de la economía nacional y que está sometido a los controles del Estado. Incluso le pregunto si preferiría los beneficios del país o los del Banco de Guayaquil, a lo que Lasso respondió que al país y no al banco, perdiendo la oportunidad de demostrar su desvinculación directiva y administrativa de esa institución.
Así mismo, para Arauz le resultó atosigante no poder responder sobre las responsabilidades de Rafael Correa sobre los asesinatos, atropellos y atentados a los Derechos Humanos de quienes pensaban distinto a él. 'Respóndale a la viuda del general Gabela por el asesinato de su esposo'. La respuesta incómoda fue una mueca acompañada de su sonrisa indescifrable. Más que a los electores, este debate 'fofo más que lelo' servirá a los fanáticos correísta y anticorreísta que se trenzarán en una pelea aparte por las redes sociales, bajo la dirección de troles muy bien remunerados. Quienes estamos fuera de ellas nos conformamos con las frases 'Qué salado' y 'No Andrés, no mientas otra vez', que serán añadidas al diccionario coloquial ecuatoriano.
Y todo esto a 19 días de las elecciones.
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