I
Te beso,
y es como si quisiera besar una nube.
De repente brotas de la nada,
y no respetas ninguna barrera,
porque tu límite no marca fronteras.
Eres de aquí, y de cualquier parte,
en todo lugar te propagas,
eres perenne.
Brotas en el desierto, enfadada.
Porque el llanto de tus pasos no rima
con el canto de tus brazos.
Y dejas ver en tu rostro
el hartazgo de la costumbre.
Brotas de la selva,
con gran abundancia de amores pares
una pequeña vida y tu amor sigue completo.
Con él, alimentas al retoño,
desde su inocencia hasta que se marcha.
Es cuando volteas la vista,
para darte cuenta que aquel proyecto que un día relegaste,
a nadie le importa, a nadie más que a ti.
Brotas de la montaña,
y tu sudor es lava ardiente que baña el corazón de los hombres.
Salvajes bestias que a veces no saben para que sirve;
olvidaron que con él, también se puede hacer el amor.
Brotas de la ciudad;
lo mismo da; en las mansiones,
los suburbios o los arrabales,
ahí, tu grito se alza sediento de entendimiento.
No importa cuán fuerte grites,
algunas veces, muy pocas
con besos te han sabido callar, hasta que la miel huye de tus labios,
tu piel se parte y tu alma se cubre de melancolía.
Pero tú, que eres tan fuerte como el Fénix,
te sobrepones esperando otro momento,
que quizá te traiga al mor ausente.
Sadíp.
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