El tiempo venía transcurriendo más rápido a cada paso, durante los últimos cien pasos apenas podía creer que el sol apenas se hubiera movido medio cielo. Oteando el horizonte buscaba alguna esperanza de poder descansar bajo la sombra de algo. Nada, tierra amarilla me llenaba los ojos a lo largo del silencio.
Caminaba perdido en esta fe ciega de brindar lo mejor a los míos, qué rumbo tomar cuando no hay caminos que seguir.
El de la esperanza, ese me mantenía con aliento a cada nuevo paso que daba, ¡carajo!, sentir como se va diluyendo la esperanza con las fuerza. Un paso más me repetía, un paso más.
Mientras, el sol no se detenía. En el cenit de su poder minimizaba mi fuerza, reducida apenas a una mancha de sombra sobre mis pies. A esta hora me doy cuenta que eso soy, apenas una mancha sobre la tierra. Esto y estar en el infierno ha de ser lo mismo, vine a pagar mis necedades de la vida, a mirar de frente lo poco que soy en esta vastedad de olvido.
Déjate caer, cáete, no te levantes más, que venga a buscarte; tapate la cara, que no vea el miedo que penetra en ti. Ah, que grande se ve el cielo desde acá abajo, que larga la sombra que alcanza el horizonte. Qué posición será mejor para dormir eternamente, cuando les llegara el olvido definitivo a los míos.
Ya la veo venir, viene por mí, viene levantando una nube de polvo. Hasta la muerte tiene prisa en recoger lo que vengo arrastrando. Espérate tantito, cuando se ha visto que la muerte necesite de luz para ver por dónde camina. Ha de ser un ángel equivocado, cuando vea que no soy lo que busca, ni piedad tendrá de mí. Mejor me dejo llevar por las ganas de dormir, a ver si así se apaga este calor que me viene consumiendo.
Un beso, un beso de labios frescos quiero sentir antes de dormir, un beso que me reviva las ganas de seguir adelante por esta negra noche que comienza a acostarse conmigo.
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