EN SUSPENSO LAS CORRIDAS DE TOROS
Por Xavier Zaragoza Núñez
El 27 de mayo de 2022, Jonathan Bass, juez primero de distrito en materia administrativa, concedió una suspensión definitiva que impide por tiempo indefinido la realización de corridas de toros en la Plaza México, el recinto taurino más grande del mundo, con capacidad para 50.000 personas, situado en Ciudad de México, tras un amparo promovido por la asociación civil Justicia Justa que considera que el trato “degradante” a los toros viola el derecho a un medio ambiente sano.
Resuelve el juez Bass “que se beneficia a toda la sociedad”. Que se evita el incumplimiento al derecho a un medio ambiente sano que ocasiona la muerte injustificada, los tratos crueles y los sufrimientos innecesarios de los toros de lidia”.
En la sentencia, el juez federal detalla uno por uno los daños emocionales y físicos que experimentan los toros durante las corridas. Se basa en un documento de la PAOT, el órgano de protección animal del Gobierno de Ciudad de México, y en la resolución de un tribunal federal que describe “el dolor excesivo y agónico que culmina con la muerte por hemorragias severas o paros respiratorios”.
Es interesante, considerar que se trata de prohibir una tradición mexicana, existente desde el 24 de junio de 1526, es decir, cinco años antes de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, y 450 años antes de que apareciera −otro milagro− el animalismo anglosajón como falso humanismo.
Esto afecta a 30 mil empleados, además señala Luis Sampayo “Prohibir la tauromaquia atenta contra las libertades y derechos de los ciudadanos, pero no sólo eso, atenta contra el empleo lícito y digno de quienes son ocupados en esta industria, atenta contra la diversidad y riqueza cultural de nuestro país y las manifestaciones artísticas que emanan de ella, atenta contra la libre empresa, el comercio y el fomento económico, atenta contra la generación de impuestos y el desarrollo rural, así como el desarrollo social además de ir en contra de la preservación del medio ambiente y los ecosistemas naturales y, como cereza del pastel, prohibir va en contra del toro de lidia, ese que los animalistas dicen ‘defender’ y que irremediablemente se extinguiría al no tener una razón de existir, como sucedió con los animales de los circos.” (murieron más de 4 mil 500 animales circenses de diversas especies, porque a nadie, ni a animalistas ni a políticos, le interesó hacerse cargo de su supervivencia luego de dejar de ser autosostenibles para los circos; prohibieron sin medir consecuencias).
Es interesante el surgimiento del animalismo, con sus ideas que afirman que los animales tienen los mismos derechos que los seres humanos y que su vida debe ser respetada de la misma manera que la de cualquier persona.
Sin embargo, parece absurdo pretender equiparar a los animales con las personas, tal parece que ante la impotencia de enfrentar con éxito los problemas del consumismo desenfrenado, al precio de agotar las reservas ecológicas del planeta; ante la impotencia de detener a los poderosos narco intereses involucrados en gobiernos y toda organización productiva político social, imponiendo los particulares intereses de sus negocios. Surgen los tontos útiles, compasivos falsos, que quieren tranquilizar su alma evitando el sufrimiento en el planeta de todos los sintientes. Por otra parte, a los pensantes, que importa que los maten por decenas todos los días. Ante la frustrante impotencia o más grave, la indiferencia, la ausencia de solidaridad que impide mejorar las condiciones de vida de millones de personas y dificulta la posibilidad de transformar esa cruel realidad, entonces vuelcan su corazón y sus esfuerzos por el bienestar de ¡los animales!, lo que representa un menor riesgo que proteger a las personas
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